Nuestra Orden conforme a su herencia descansa primero, en principios exotéricos que deben ser autoconquistados cada quien a su ritmo, estos son: La Libertad, Igualdad y Fraternidad.
No representamos a asociaciones económicas, políticas, religiosas, sociales ni culturales. Aún así muchos de nuestros miembros pertenecen y se desarrollan en oficio o profesión a alguno de estos grupos.
Aportamos al mundo fuera de nuestra fraternidad a través de nuestro propio trabajo, tiempo y talento humano, respetando las leyes conjunto al amor fraternal.
Dejamos a cada miembro la libertad de pensar y expresarse mientras no atente contra otros. No recibimos y a través de nuestra propia jurisprudencia (que se ajusta a la legislación vigente del país) investigamos, enjuiciamos y de ser considerado culpable, expulsamos a miembros que sean participes de grupos fanáticos, extremistas, terroristas (internos o externos, agentes del Estado o civiles) y sectas de cualquier orden.
Nuestros valores son el Respeto, la Autonomía y la Tolerancia. Todo es una autoconstrucción personal.
Enseñamos a través de Símbolos y Alegorias las potencialidades que descubren y construyen herramientas dadas en los tres grados masónicos clásicos: Aprendiz, Compañero y Maestro. Los grados luego de estos son perfeccionamientos del tercer grado.
Recibimos a hombres o mujeres buenos (considerados libres y de buenas costumbres) y los hacemos mejores.
Practicamos la verdad como norte pero no como dogma. La virtud alcanzada por la identificación personal de los propios errores en su trabajo interno de superación y el despertar del amor propio para todos en conjunto a la trascendencia.
En segundo lugar nuestro Rito es Místico, por tanto como una Escuela de Misterios (herencia del antiguo Egipto). Realizamos trabajos esotéricos que apuntan a la trascendencia del ser humano. Entregamos nuestra potencia (energía de amor) a todos: luz para develar y ver el camino, paz en el conflicto, amor sublime, salud corporal-mental y bondad en nuestros actos.
Finalmente esta es nuestra (dis)posición: El amor es una potencia creadora, la dignidad que se debe autoconquistar para que en su dominio personal, podamos siempre servir a los demás y trascender a otros planos de conciencia.
Fraternalmente.
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